EL PEQUEÑO GIGANTE


Dedicado al espíritu que dentro de cada uno de nosotros evoluciona, y que a veces, por diversas circunstancias; se revoluciona.


(La vida de Manuelito Maldonado Lovo)

viernes, 12 de marzo de 2010

NOS EDUCARON PARA DERROCHAR Y NO VALORAR LAS COSAS.

En pleno siglo veintiuno y mentes programadas para el consumo y codicia, nos olvidamos que no hace tanto tiempo, muchos de nuestros familiares no tubieron las comodidades que nosotros: Pero esto nos importa poco porque también nos programaron para no reflexionar, sino para obtener y lograr cosas a cualquier precio... Y por eso menos nos importa que mientras nosotros tenemos de todo, millones siguen sin tener nada.

"Manuelito Maldonado Lovo nació el 10 de junio de 1941, en Somoto, departamento de Madriz, localidad nicaragüense situada al noroeste del país, que contaba entonces con algunas pocas calles de tierra... La casa familiar estaba hecha de taquezal; paredes con varas de madera forradas con un embarrado terroso. Tenía tres pequeñas habitaciones, siendo una a su vez cocina y recibidor. El suelo era de tierra y las paredes del mismo color que el barro seco. El techo lo formaba un entramado de tejas de barro cocido soportado por vigas y listones de madera.
Salvador Lovo Ponce se llamaba el padre, albañil, falleció dejando a su último hijo con ocho meses de vida; en Somoto aun no había hospital. Manuelito Maldonado tenía cinco años cuando esto sucedió. La pobreza se hizo extrema para toda su familia, y la nutrición matutina la daba una taza de café aguado con un poco de azúcar; y a veces, se podía acompañar con una rosquilla de maíz. Con siete hijos que mantener, Ester Maldonado se dedicó a panificar; construyó un horno de leña con mucho sacrificio y hacía pan para vender. Manuelito llegaba de la escuela y a veces, no encontrando que comer, salía a la calle con su caja de lustrar zapatos, para obtener algo de dinero y comprar comida.
Los hijos de Ester no solían terminar los cursos escolares, pues con la temporada de recolección de café o algodón, dejaban la escuela para marcharse con su madre a trabajar. Cuando no era temporada de corte, Manuelito y sus hermanos trabajaban donde podían para llevar sustento al hogar: Una lustrada de zapatos de mujer costaba quince centavos, y la de varón veinticinco centavos de córdoba –moneda nicaragüense–. Lo ganado era para comprar azúcar, café, frijoles, arroz,..., y la imprescindible en la comida nicaragüense, tortilla –torta de maíz de unos veinte cm. de diámetro, que sustituye al pan de los países europeos y asiáticos–.
Manuelito y sus hermanos no conocían los zapatos, pero muy bien los piojos y pulgas de los chanchos –cerdos–, que les provocaban en las piernas y pies, erupciones parecidas a quistes de triquinosis.
El agua, elemento imprescindible para la vida, debía ser traída diariamente desde el río Musunce, que en esa época corría paralelo al pueblo, siendo hoy un río agonizante por la despiadada intervención humana. Aún no había luz eléctrica, sino candiles de aceite o diesel; hechos de latas con mechones de fibras vegetales". (EL PEQUEÑO GIGANTE. La vida de Manuelito Maldonado Lovo).
Reflexionemos y mejoremos el mundo.

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