EL PEQUEÑO GIGANTE


Dedicado al espíritu que dentro de cada uno de nosotros evoluciona, y que a veces, por diversas circunstancias; se revoluciona.


(La vida de Manuelito Maldonado Lovo)

lunes, 14 de junio de 2010

SÍ PODEMOS HACER ALGO PARA CAMBIAR NUESTRAS VIDAS Y EL MUNDO.

Adrián instruía a Manuelito por las tardes.
– “Para cambiar el sistema hay que cambiar a quienes lo manejan. No sólo es quejarse. Tenemos que razonar la situación, ver la realidad de nuestras necesidades, percibir la miseria que no sólo está en la carencia de bienestar físico, sino también en la carencia de valores que el sistema censura, como la libertad de expresión y de pensamiento... ¡Debemos actuar!... ABRIR LOS OJOS A LOS DEMÁS OPRIMIDOS Y ORGANIZARNOS. ESTA ES LA LABOR QUE HAY QUE HACER ANTES DE COMENZAR LA LUCHA PARA CAMBIAR EL SISTEMA... ¡HAY QUE ACTUAR!... CON PALABRAS NO HACEMOS NADA, LAS PALABRAS SE LAS LLEVA EL VIENTO Y NOS CONTAMINAN ALIMENTANDO LA FRUSTRACIÓN CON SUS CRITICAS: LOS HECHOS SON LOS QUE PERDURAN PARA LA HISTORIA… LOS HECHOS SON LO QUE CAMBIA EL MUNDO...”

Manuelito, escuchaba y reprimía su impulso interno que gritaba: Quiero luchar, quiero cambiar mi vida. Pero la resignación acomodada en la costumbre, muy bien educada desde pequeño, le hacía creerse impotente.

– Nosotros no podemos hacer nada. Somos unos pobres zapateros, que con costo tenemos para comer. Ya estamos acostumbrados a vivir así…

– No se equivoquen, SI PODÉIS HACER MUCHO, pero primero debemos conocer lo que ocurre a nuestro alrededor, y no sólo en nuestro pueblo, sino en el mundo entero… Si somos ignorantes de lo que ocurre a nuestro alrededor, ¿cómo vamos a conocer lo que ocurre fuera del país?… Y a nuestro alrededor hay muchos que viven peor que ustedes, que tenéis donde trabajar…

– ¿Cómo va a ser eso? –interrumpió Manuelito–. No hay quienes estén peor que nosotros… ¿Quién va a estar peor que nosotros?... Nosotros estamos en la peor de las miserias...

Y Adrián y Fausto acompañaban a los zapateros a las comunidades cercanas, donde, efectivamente, vieron a quienes vivían mucho peor que ellos.

– No debemos complacernos echándole la culpa a Dios o a nuestros padres, como si nada se pudiese mejorar o no tuviera solución. Dios no tiene la culpa de nada de esto, Dios es justo. El hombre en su corrupción es quien destruye a los demás hombres con sus ambiciones y egoísmos sin consideración –explicaba Adrián.

Los días pasaron y aquellas conversaciones abrieron poco a poco en Manuelito, la ventana por donde el aire fresco que todos anhelamos respirar algún día, entraba llenando el ambiente de energías desconocidas, porque dentro de nosotros, vivamos en opulencia o en la miseria, siempre existe un anhelo oculto, escondido detrás de nuestras actividades diarias. Y aunque la opresión nos censure, torture, o nos esclavice con falsos sueños de grandeza, el anhelo sigue ahí, susurrándonos en algún lugar de nuestro Ser: SÍ PODEMOS HACER ALGO PARA CAMBIAR NUESTRAS VIDAS Y EL MUNDO.

Muchos fueron a la lucha revolucionaria por conciencia. No por egoísmo personal, sino por la necesidad imperante de cambiar la situación de los demás vecinos, tremendamente empobrecidos… Dejaron hijos y esposas para luchar por un ideal que había que llevar a la realidad. Sin rencores ni odios, sólo en busca de justicia y libertad... Esta realidad aún existe. La lucha continúa, pero a otros niveles
(Manuelito Maldonado.)


(Del libro EL PEQUEÑO GIGANTE. La vida de Manuelito Maldonado Lovo. Autor:Isaac Fernández de la Villa.)

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