EL PEQUEÑO GIGANTE


Dedicado al espíritu que dentro de cada uno de nosotros evoluciona, y que a veces, por diversas circunstancias; se revoluciona.


(La vida de Manuelito Maldonado Lovo)

lunes, 9 de agosto de 2010

VIDA DE ESCAPARATE

La casa de Ester se caía. El paso de los años y las inclemencias del tiempo, habían deteriorado las paredes de tierra hasta pasado su tiempo útil. Algunos de sus hijos deciden derribarla y construir una de ladrillos, pero Manuelito no confiaba en la palabra de sus hermanos; observaba que gastaban su dinero en beber guaro –bebidas alcohólicas–, y solían hablar mucho para luego no hacer nada. Dentro de los planes de renovación, se incluía la destrucción del viejo horno. Ester se oponía al proyecto por ello; durante años, el horno le ayudó a sacar a sus hijos adelante y le tenía gran aprecio. Finalmente, Manuelito y Ester aceptaron la idea de la nueva construcción cuando Chico asumió pagar los materiales; con los materiales y mis hermanos albañiles, la casa se construirá, pensó Manuelito. Derribaron el horno y la casa, pero nunca terminarían la nueva construcción.
Chico cumplió lo prometido y pagó los materiales. La casa vieja fue demolida salvo un pequeño trozo con su techo, que serviría de cobijo mientras estaba lista la nueva. Los hermanos construyeron los cimientos y levantaron las estructuras de hierro, que orientadas al cielo serían futuras columnas. Una pared ya había sido levantada a media altura, todo parecía indicar que la vivienda se culminaría, pero un día: Mira Ester, lo que yo te dije, dijo Manuelito alarmado a su madre, que por su nombre de pila tenía costumbre llamarla. Ester miró la construcción. Allí estaba uno de sus hijos albañiles, cortando los hierros de las columnas para venderlos. Cuando terminó de apilar todo el hierro, no pareciéndole suficiente, comenzó a cortar madera. Eran las vigas y tablas que formaba el armazón donde se apoyaban las tejas de la vieja casa; madera de gran calidad, que después de muchos años seguía robusta y fuerte, y que ahora iba a ser vendida como leña para fogón. Manuelito vio que se quedaban sin lugar para vivir, y tuvo que intervenir para no perder las tablas; única alternativa para construir un refugio y vivir resguardados de la lluvia y algo de intimidad. Muy de mañana los vecinos iban al molino de maíz, y a su paso veían dormir a Ester, a Manuelito, a Julio Rivera, sobrino de Manuelito que vivía con ellos por entonces, y a quienes habían llegado a hospedarse con ellos. Sin paredes, esperando que la nueva casa se terminase, sus vidas eran un escaparate para quienes pasaban por la calle.

(Del libro EL PEQUEÑO GIGANTE. La vida de Manuelito Maldonado Lovo. Autor:Isaac Fernández de la Villa.)

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